Es momento de descartar esa idea de que la contaminación y los problemas de salubridad del aire están únicamente en el exterior. Estudios recientes han demostrado que la calidad del aire interior no solo está lejos de ser la recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), sino que se deteriora notablemente con ciertas actividades cotidianas. Teniendo en cuenta que pasamos alrededor del sesenta por ciento de nuestro tiempo dentro de casa, conviene tomar nota de qué se puede hacer para mejorar la calidad del aire en una vivienda y qué actuaciones se deben evitar.

La importancia de la calidad del aire en una vivienda

Respirar aire sano no es solo cuestión de controlar los niveles de CO2, por ejemplo. En la calidad del aire interior influyen otras partículas y compuestos químicos que, dependiendo de su concentración, pueden llegar a ocasionar distintos problemas de salud. Una sintomatología que encabezan el asma y las enfermedades respiratorias, pero que también abarca alergias e, incluso, insomnio, dolores de cabeza, etc. O incluso enfermedades más graves, incluyendo el cáncer de pulmón.

El problema añadido es que nuestra actividad dentro de casa, así como los materiales estructurales o decorativos de la vivienda, intervienen de una manera determinante en el deterioro de la calidad de ese aire. Aunque parezca un dato sorprendente, lo cierto es que se ha demostrado que la concentración de agentes contaminantes es entre 5 y 8 veces mayor en el interior de los hogares de la que se mide en el exterior. Si le añadimos la cantidad de horas que pasamos en casa, la ecuación no deja dudas. Es imprescindible controlar nuestras actividades para mejorar la calidad del aire en una vivienda. 

¿Cómo determinar que vivimos en un ambiente saludable? 

Evidentemente, la siguiente duda es lógica: ¿Cómo sabemos si estamos respirando un aire saludable en casa? Por fortuna, con los dispositivos IoT y la domótica podemos tener monitorizada constantemente la calidad del aire de nuestra casa. Incorporados al sistema de ventilación o de filtrado que tengamos instalado, se medirán especialmente los niveles de:

  • Micropartículas, en concreto las moléculas de polvo fino (partículas PM 2.5). Se trata de partículas que, por su pequeño tamaño, tienen una enorme facilidad para penetrar en nuestros pulmones y, a la vez, para mantenerse en suspensión en el aire. Según la OMS, a partir de concentraciones de 10 microgramos por metro cúbico empieza a ponerse en riesgo nuestra salud.
  • Compuestos Orgánicos Volátiles (VOC). Son sustancias químicas contaminantes del aire, especialmente dañinas por su capacidad de propagación en el ambiente. Su naturaleza es muy diversa, aunque los que respiramos más habitualmente en las viviendas son el metano, tolueno, etano, benceno, n-pentano, propano y etileno. Respecto a las fuentes que originan los VOC, provienen básicamente de tres grupos:
  • Los que emanamos las personas y seres vivos.
  • Los que se desprenden de los materiales de construcción o del mobiliario.
  • Los que emiten los productos que usamos para la limpieza del hogar.

Aquí no existe un baremo fijado, ni siquiera en el Código Técnico de Edificación (CTE). Sin embargo, se considera aceptable un nivel de concentración de entre 50 ppb y 325 ppb (partes por mil millones).

Actividades que deterioran la calidad del aire en una vivienda

Ventilar, esa es la única actividad que realmente contribuye a mejorar la calidad del aire en una vivienda. Y, por supuesto, además de abrir las ventanas, la forma más efectiva de renovar el aire es mediante la instalación de un sistema de ventilación mecánica. Las ventajas que aportan estos sistemas en materia de salubridad, confort e, incluso, ahorro energético, son incontestables. Pero, no podemos olvidar que también es esencial reducir al mínimo los factores que aumentan esa contaminación del aire interior. Estas son las medidas que todos podemos adoptar y que está comprobado que funcionan:

  • Evitar al máximo los limpiadores domésticos, a la cabeza de los factores que más contaminan el aire de nuestra casa. Hay que evitar el uso de productos químicos, especialmente en formato de aerosoles. Entre los más tóxicos están la lejía, los ambientadores, detergente de lavadora y lavavajillas, productos de limpieza en seco, limpiahornos, y productos para pulir y abrillantar.
  • Reducir el uso de los electrodomésticos. Se trata de limitar las veces que se pone lla lavadora o el lavavajillas, por ejemplo, a las verdaderamente imprescindibles. Un dato interesante: un lavado a máquina eleva de 2.2 µg / m3 a 109.7 µg / m3 los niveles de PM 2.5. Una sesión de plancha, por otro lado, eleva de 109 ppb a 1,892 ppb la concentración de VOC.
  • Elige con cuidado tus cosméticos. Muchos de los productos de higiene y belleza son altamente contaminantes. El caso más curioso es el de los esmaltes y acetonas para las uñas: una manicura incrementa de 200 ppb a 8.514 ppb el nivel de VOC. Y cuando sea imprescindible utilizar este tipo de productos, conviene ventilar convenientemente la casa después de su uso.

Prácticamente todo lo que hacemos o tenemos dentro de nuestra casa contribuye a deteriorar la calidad del aire interior. Reducir las actividades que más contaminan y seleccionar bien los productos y materiales que entran en nuestro hogar son dos medidas que debemos interiorizar y trasladar a nuestro día a día. Y, junto a ellos, asegurarnos de contar con la mejor ventilación en nuestra vivienda.